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«NINIs»: la generación que ni estudia ni trabaja y su impacto silencioso en el mundo

Un llamado de atención.

Son millares, invisibles, muchas veces etiquetados como “flojos” o “desmotivados”. Pero la realidad de los jóvenes “ni ni” va mucho más allá: es un reflejo profundo de desigualdades, oportunidades perdidas y un llamado urgente a transformarnos.

1. ¿Quiénes son los “ni ni”?

El término “ni ni” —derivado del acrónimo inglés NEET (Not in Education, Employment or Training)— describe a los jóvenes, generalmente entre los 15 y los 29 años, que ni estudian ni trabajan ni participan en formación alguna. En su definición más amplia integra tanto a quienes podrían trabajar o estudiar pero no lo hacen, como a quienes simplemente están fuera del sistema por múltiples razones estructurales.

Este fenómeno, sin embargo, no es uniforme: abarca jóvenes que han abandonado sus estudios, otros que cuidan a familiares, muchos que viven en entornos de escasas oportunidades, y otros que enfrentan barreras de salud, educativas o económicas.

2. Las cifras que no podemos ignorar

  • Según la International Labour Organization (ILO), en 2023 el porcentaje global de jóvenes que estaban en la categoría NEET fue de aproximadamente 20,4 %. (UN DESA)

  • De esos jóvenes, dos de cada tres eran mujeres. (UNSD)

  • En América Latina, las tasas siguen siendo alarmantes: por ejemplo, en Guatemala un 28,8 % de jóvenes entre 15-24 años no trabajaban ni estudiaban en 2023. En Honduras, un 27,4 %. En Colombia, un 21,6 %. (Bloomberg Línea)

  • En muchos de estos países la brecha por género es enorme: en Guatemala, por ejemplo, el 46,3 % de las mujeres jóvenes eran “ni ni” frente al 9,1 % de los hombres. (Eju.tv)

  • En los países miembros de la Organisation for Economic Co-operation and Development (OCDE), la proporción de “ni ni” en jóvenes de 18-24 años ronda el 15 % en promedio, pero llega a más del 25 % en algunos países. (OECD)

Estas cifras nos alertan: uno de cada cinco jóvenes en el mundo no está ni estudiando ni trabajando, y ello conlleva implicaciones enormes para su futuro y el de la sociedad.

3. Factores que explican el fenómeno

Varias causas confluyen para que un joven entre al grupo de los “ni ni”.

  • Educación y fracaso escolar: la deserción, la falta de calificación, las barreras para acceder a la universidad o la formación técnica limitan la posibilidad de continuar.

  • Mercado laboral difícil: trabajos inestables, salarios bajos, empleo informal o la falta de vacantes para jóvenes hacen que muchos opten —o terminen— fuera del sistema.

  • Responsabilidades familiares o domésticas: en especial las mujeres jóvenes que asumen el cuidado de hijos o de familiares, lo que las empuja a estar “fuera” tanto del estudio como del empleo formal.

  • Salud, discapacidad, entorno social: jóvenes con problemas de salud, que han enfrentado violencia familiar, que viven en entornos rurales o marginados, tienen mayor riesgo de “ni ni”.

  • Desconexión, desmotivación y sentido de esperanza: más allá de las causas estructurales, muchos jóvenes señalan que no ven un camino claro, lo que puede generar resignación o estancamiento.

4. ¿Qué consecuencias trae estar fuera del sistema?

Estar “ni ni” no es una etapa inocua. Tiene efectos profundos:

  • Mayor riesgo de marginalidad: al no integrarse al mercado de trabajo ni formarse, estos jóvenes pueden quedar al margen de la sociedad productiva.

  • Vida laboral comprometida: quienes no trabajan o estudian en sus años formativos suelen tener peores empleos, menores ingresos y mayor precariedad.

  • Impacto en salud mental: la inactividad implica menor autoestima, aislamiento y mayores tasas de ansiedad o depresión.

  • Carga para la sociedad: un porcentaje tan alto de jóvenes fuera de juego supone un costo enorme en términos de productividad y cohesión social.

5. Un camino hacia adelante: ¿cómo revertirlo?

No se trata solo de “motivar” a los jóvenes, sino de transformar las estructuras:

  • Mejorar el acceso a educación de calidad, formación técnica adaptada a los nuevos tiempos, y programas que vinculen estudio y trabajo.

  • Crear empleos decentes para jóvenes, no solo cualquier empleo. Empleo formal, con formación continua y proyección.

  • Reconocer y apoyar el trabajo doméstico o de cuidado que muchas jóvenes asumen, con políticas que les permitan formarse o trabajar paralelamente.

  • Programas de acompañamiento, mentoría, orientación vocacional, y apoyo psicológico para quienes están desconectados o han perdido el ritmo.

  • Inversión pública en juventud, en regiones marginadas, en zonas rurales, para romper la brecha de oportunidades.

6. No son “flojos”: es una llamada de atención

Cuando hablamos de “ni ni”, no estamos ante un grupo homogéneo de jóvenes que “no quieren hacer nada”. Estamos ante historias: historias de sueños postergados, de entornos que no ofrecieron el empuje, de talentos que se apagaron por falta de camino. Y, al mismo tiempo, ante una oportunidad: la de reactivar esa energía joven, para su propio futuro y para el de la sociedad.

Porque un joven “ni ni” recuperado es mucho más que un número: es una vida que vuelve a creer, que se forma, que aporta. Es un puente que la sociedad puede tender, en lugar de un problema que podemos ignorar.

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