Con una gira mundial a punto de comenzar y millones de ojos puestos en su próximo paso, BLACKPINK se encuentra en el centro de una controversia que ha desatado una verdadera tormenta digital. El grupo femenino más influyente del K-pop contemporáneo iniciará su nuevo tour titulado “DEADLINE” el 5 de julio, pero lo que debería ser una celebración global se ha transformado en un motivo de indignación para su fandom más fiel.
Todo comenzó cuando YG Entertainment, la histórica casa discográfica del cuarteto, anunció que la nueva canción de BLACKPINK no se lanzaría previamente como es tradición, sino que sería revelada únicamente en el concierto inaugural en el estadio Goyang, Corea del Sur. Lejos de generar expectación, la noticia provocó un rechazo inmediato y masivo. En cuestión de horas, la frase “BLACKPINK leaving YG” se disparó en las tendencias de Weibo, reflejando la creciente frustración de los seguidores, no solo en Asia, sino en todo el mundo.
Las críticas apuntan directamente a la gestión de YG: lentitud, indiferencia y una estrategia marcada por el interés económico, más que por la excelencia artística. En una industria que usualmente celebra los regresos con lanzamientos previos, campañas promocionales y presencia en programas musicales, la decisión de retener el nuevo tema hasta el primer show se percibe como un desdén hacia el público, y como una oportunidad perdida de capitalizar en ventas, rankings y presencia mediática.
Este nuevo desencuentro no surge en el vacío. En 2023, las integrantes Jisoo, Jennie, Rosé y Lisa renovaron su contrato grupal con YG, pero optaron por gestionar sus carreras en solitario de manera independiente. El contraste ha sido evidente: cada una ha lanzado álbumes bien producidos, con múltiples temas y propuestas visuales cuidadas, demostrando un nivel de inversión y libertad creativa que muchos sienten ha sido negado al grupo en su conjunto.
“Si no estuvieran atrapadas en el ritmo lento de YG, sus carreras podrían brillar aún más”, comentaba un fan en redes, dando voz a una inquietud que hoy se ha vuelto global.
La disonancia entre el impacto mundial de BLACKPINK y la gestión de su discográfica se ha vuelto insostenible. Mientras el grupo brilla como embajadoras de marcas de lujo, encabeza festivales internacionales y rompe récords de visualizaciones, la frecuencia de sus regresos como grupo sigue siendo intermitente y poco estratégica. La falta de lanzamientos físicos, de planificación promocional y de una narrativa artística consistente se percibe como una desconexión entre el potencial real de BLACKPINK y las decisiones de su agencia.
Sin embargo, no todo es tensión. El pasado 24 de junio, las cuatro integrantes compartieron en sus historias personales una serie de fotografías grupales con las manos unidas formando una flor. El gesto, aunque sutil, ha sido interpretado como un símbolo de unidad y como una posible respuesta a los rumores de separación. En medio del ruido y la incertidumbre, la conexión entre ellas sigue intacta, y su química continúa siendo el verdadero corazón del fenómeno BLACKPINK.
Ahora, la gran incógnita es si el esperado concierto en Goyang —con su nueva música aún envuelta en misterio— podrá reconciliar las expectativas rotas o si, por el contrario, marcará el punto de no retorno entre la agrupación y la empresa que las vio nacer.