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El lado oscuro de la verdad digital: el desafío frente a los deepfakes

 En una era donde la imagen ya no garantiza la verdad, América Latina enfrenta el reto de distinguir entre lo real y lo fabricado con una urgencia que trasciende la tecnología.

En el vasto universo digital, la mentira ya no se escribe: se graba, se escucha y se ve. Los deepfakes, sofisticadas manipulaciones audiovisuales creadas mediante inteligencia artificial, han dejado de ser una curiosidad tecnológica para convertirse en una amenaza creciente. Desde líderes políticos que parecen pronunciar discursos jamás dichos hasta voces empresariales que autorizan transferencias bancarias ficticias, la región latinoamericana navega por aguas turbulentas en materia de desinformación.

La advertencia es clara. El Dr. Francisco José Adán Castaño, experto en Derecho Digital y Ciberseguridad de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), lanza una señal de alarma: “Los deepfakes ya no son una posibilidad, son una realidad. Y nos están tomando por sorpresa”. En su análisis, subraya la gravedad del rezago legal y tecnológico que vive América Latina frente a una revolución que desdibuja las fronteras entre lo real y lo falso.

Un fenómeno global con ecos regionales

El problema no es exclusivo de nuestra región. Según estudios internacionales, se estima que en 2024 los deepfakes representaron más del 90% del contenido de video manipulado en internet. Plataformas globales como TikTok, YouTube o X (antes Twitter) se han convertido en escenarios fértiles para la difusión de este tipo de contenido, cuya peligrosidad va desde lo anecdótico hasta lo criminal. En un reciente informe de Kapwing, Argentina lidera el interés por los deepfakes en América Latina con 481 búsquedas mensuales, seguida por Chile, Perú y Colombia.

Sin embargo, mientras el fenómeno avanza, las barreras de contención en América Latina apenas se esbozan. “Los políticos son probablemente los más perjudicados. Un video falso lanzado a pocos días de una elección puede desestabilizar un país”, señala el Dr. Adán Castaño. Pero no solo la política se ve afectada. En el ámbito empresarial, se han reportado casos de estafas multimillonarias en las que voces falsas de altos ejecutivos fueron utilizadas para engañar a sus propios empleados.

Un marco legal que llega tarde

Uno de los mayores desafíos reside en la ausencia de un marco jurídico eficaz y específico para abordar el fenómeno. “Las leyes van muy lentas comparado con la tecnología”, afirma el experto. En muchos países, las autoridades se ven obligadas a recurrir a normativas generales sobre difamación o fraude, que resultan insuficientes. A ello se suma la complejidad de la jurisdicción digital: ¿qué ley se aplica si el video fue creado en un país, subido desde otro y visualizado en un tercero?

  • Además, la formación técnica de los operadores judiciales y policiales en la región es limitada. “Muchas veces, ni jueces ni fiscales entienden del todo cómo se generan o detectan los deepfakes. Es como llevar una lanza a un duelo con drones”, advierte el docente de la VIU.

La tecnología como arma de defensa

A pesar del panorama sombrío, hay luz al final del túnel. El avance de los algoritmos de detección se ha convertido en el contrapeso más prometedor. Sistemas de inteligencia artificial entrenados para identificar microdetalles —como patrones de parpadeo o alteraciones en la luz— están logrando tasas cada vez más altas de éxito en la identificación de deepfakes. También se exploran mecanismos como la autenticación blockchain, que permitiría dejar registro inalterable de los videos desde su origen, garantizando así su autenticidad.

En el terreno del audio, nuevas herramientas analizan pausas, patrones vocales e incluso la respiración, revelando si una voz ha sido manipulada digitalmente. Pero esta es una carrera contra el tiempo y contra una maquinaria de falsificación que no descansa.

La solución es colectiva

Combatir los deepfakes no es tarea de un solo actor. “Necesitamos gobiernos que legislen con realismo, empresas tecnológicas que inviertan en detección, plataformas que dejen de lavarse las manos, y una ciudadanía crítica y educada”, enfatiza el Dr. Adán Castaño. La alfabetización digital y el pensamiento crítico deben ser prioridades en los sistemas educativos. También se necesita que universidades y centros de investigación profundicen en los estudios sobre la creación y detección de contenidos falsos.

La Universidad Internacional de Valencia-VIU, una de las instituciones pioneras en educación online del mundo hispanohablante y miembro de Planeta Formación y Universidades, impulsa programas académicos con una mirada técnica y ética, capacitando a profesionales preparados para los desafíos del presente digital.

La batalla por la verdad apenas comienza

El auge de los deepfakes nos obliga a replantear los fundamentos de nuestra percepción. ¿Qué pasa cuando ya no podemos confiar en lo que vemos u oímos? ¿Cómo se construye una democracia o una economía sana en un entorno donde lo falso puede ser indistinguible de lo verdadero?

Lo cierto es que la amenaza no es hipotética: ya está entre nosotros. Y si América Latina no actúa con decisión, podría quedar atrapada en una distopía digital donde la mentira tenga rostro, voz… y viralidad.

Estadísticas clave sobre fake news en el mundo (2024):

  • Percepción global del impacto de las fake news: El 87% de los usuarios de internet en todo el mundo considera que la desinformación tiene un impacto negativo o muy negativo en sus sociedades. Solo un 4% cree que tiene un impacto positivo.
  • Países con mayor preocupación por las fake news: En Brasil, Filipinas y Sudáfrica, más del 90% de los encuestados ven la desinformación como una amenaza seria. En países como Alemania y Japón, los niveles de preocupación rondan el 75%, aunque siguen siendo significativos.
  • Plataformas más asociadas con la propagación de fake news: Facebook sigue siendo la red social más mencionada como fuente de fake news. Le siguen YouTube, WhatsApp y TikTok, especialmente entre jóvenes.
  • Audiencias más vulnerables: Según Pew Research Center, las personas mayores de 65 años y los usuarios con bajo nivel de alfabetización digital tienen más probabilidad de compartir contenido falso sin saberlo. En América Latina, los adolescentes y jóvenes adultos son más propensos a consumir fake news por TikTok y Telegram, sin verificar fuentes.
  • Confianza en los medios tradicionales: Solo el 38% de los usuarios globales confía en los medios tradicionales para informarse, mientras que el 54% expresa dudas frecuentes sobre la veracidad de lo que lee o escucha.
  • Consecuencias más comunes: Polarización política, desinformación sobre salud pública (por ejemplo, durante la pandemia) y afectación a procesos democráticos, como elecciones o referendos.

Estadísticas relevantes sobre fake news (2023–2025)

  • Alcance y exposición global: El 86 % de los ciudadanos a nivel mundial han estado expuestos a noticias falsas al menos una vez. Se estima que hasta el 62 % del contenido online puede ser falso .
  • Desinformación en redes sociales: 23 % de los estadounidenses admiten haber compartido (consciente o inconscientemente) noticias falsas . Aproximadamente 40 % del contenido compartido en redes sociales es falso. En plataformas como Twitter, las fake news se propagan hasta 10 veces más lejos que las noticias reales
  • Confianza y percepción: El 87 % de los usuarios de internet opina que la desinformación tiene un impacto negativo significativo en la sociedad . El 60 % de los encuestados en todo el mundo cree que los medios dan reportes falsos con regularidad. El 66 % de los estadounidenses considera que al menos el 76 % de las noticias en redes sociales es sesgada 
  • Vulnerabilidad por edad: Personas mayores de 65 años comparten fake news a tasas 7 veces mayores que los menores de 29. En EE. UU., un 30 % de los adultos mayores compartió noticias falsas
  • Periodo de crecimiento acelerado: Hubo un triplicado en deepfakes de video y un octuplicado en deepfakes de voz entre 2022 y 2023. En 2023 se compartieron cerca de 500.000 deepfakes en redes sociales
  • Impacto económico: La desinformación cuesta al mundo cerca de 78.000 millones USD al año, incluyendo 39.000 M pérdida en bolsas y 17.000 M por desinformación financiera .

Fuente: Basado en el estudio de la Universidad Internacional de Valencia-VIU, Joseph Córdova. Datos Estadisticas: Redline.digital, Pew Research Center.

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